lunes, 22 de mayo de 2023

El privilegio de ser un boludo

    Todo empezó cuando era chica y estaba con mis padres, en el corto período de tiempo que conviví con ambos a la vez. Ellos estaban en la cocina, mi mamá cocinando y mi padre parado al lado de ella, conversando; yo estaba en otra habitación haciendo la tarea de la escuela. En eso, me llama mi padre y me dice que le alcanzara a mi madre la manteca que estaba en la heladera. Al ver que él estaba literalmente parado al lado de la heladera y razonar que hubiese sido más fácil que él abriera la heladera y le alcanzara la manteca a mi mamá, que también estaba al lado de él pero con las manos ocupadas, antes que esperar que yo deje lo que estaba haciendo, me dirija hacia la cocina e hiciera lo mismo que él me pidió, le pregunté "¿por qué no se la pasaste vos si estás al lado?". El cuestionamiento a la autoridad de un padre proveniente de su hija de 8 años resultó en un seco "porque soy tu padre y yo lo digo" de su parte. Ese cuestionamiento a las normas sociales impuestas estuvo presente en mí por el resto de mi vida, dichas normas sociales siendo para mí más evidentes e injustas con el paso del tiempo.


   Volvamos al presente. Desde ese momento de rebeldía pasaron aproximadamente 16 años. Una de las varias cosas que me deparó el destino fue pasar a convivir con la parte materna de mi familia. Otros actos similares de rebeldía, tal vez justificados, culminaron en perder el contacto con mi padre hace diez años. Pero la injusticia no acaba, ya que actualmente convivo con mi hermano de 16, su viva imagen, y mi abuela, una señora con pensamientos antiguos a quien cualquier cuestionamiento, por más razonable que sea, le termina pareciendo un insulto hacia su persona. Para ella, mi hermano, como es varón, es un inútil por naturaleza y no por haber sido criado por ella de manera tal que crea que cualquier cosa que haga para ayudar en la casa es equivalente a un trabajo forzado. Yo, al ser la mayor y también ser mujer, debo no sólo hacer sin ninguna queja cualquier tarea que se me pida, sino que también debo estar dispuesta a servir a mi hermano y contribuir con su inutilidad.


   Pongamos un ejemplo: a mi hermano le iba mal en ciertas materias de la escuela y las tenía que rendir a fin de año. Yo le ofrecí todas las alternativas posibles: ir a profesores particulares, ayudarlo en lo que pueda y recuerde (porque hace mucho terminé el colegio y hay cosas que ya no recuerdo), ayudarlo a buscar tutoriales en internet, ir a las clases de apoyo gratis que ofrecía su colegio a contraturno, TODO. Y él siempre encontraba alguna excusa para no aceptar nada de lo que yo le propusiera. Mi abuela sabía que a él le iba mal, y en vez de hacer como cualquier persona normal y decirle "ponete a estudiar pendejo", me reclamaba A MÍ que yo no lo ayudaba. Le quise explicar que intenté todo y que, trabajando y estudiando en la facultad, tampoco tengo todo el tiempo del día disponible para ayudarlo a hacer los trabajos prácticos que le pedían (aparte, ¿cómo ayudás a alguien que no quiere ayuda?). La solución de ella era que yo le hiciera los trabajos prácticos para que apruebe. Estamos todos locos. Obviamente no lo hice, y obviamente tiene previas esas materias. Y obviamente mi abuela me sigue reclamando que no lo quise ayudar.


   Las cosas referidas a las tareas del hogar y la convivencia me sacan de quicio y me llevan al límite, algo que no contribuye a mi salud ni a mi economía porque termino perdiendo mi sesión semanal con mi psicóloga indignándome por estas cuestiones. Y son cosas que no implican mucho esfuerzo, pero que el pibe no hace y que mi abuela siempre encuentra una manera de justificar. 

Un tema frecuente es la recolección de las necesidades del perro. Desde que adoptamos al perro yo le aclaré a mi hermano que su tarea era juntar la caca. Si tenés una tarea asignada, lógicamente, no tenés que esperar a que alguien te venga a decir que la hagas. Mi tarea es cocinar a la noche, entonces, cada noche a la hora de la novela me pongo a cocinar. Él puede salir al patio cada hora, ver que hay caca y conscientemente decidir no limpiarla. En consecuencia, mi abuela sale, la ve y me viene a gritar a mí. Y yo le recuerdo que es la tarea de mi hermano, SU ÚNICA TAREA, y que le tiene que decir a él que lo haga. ¿Su respuesta? "Pero el perro es tuyo". EL PERRO ES DE LA CASA.


   Él, al ser varón, está excusado de toda responsabilidad y todo debe estar puesto a su disposición, el mundo gira a su alrededor y él no debe mover un dedo. Puede estar todo el día encerrado con la computadora, salir únicamente a comer, dejar su ropa sucia tirada en cualquier lado y tratar mal a todo el mundo, pero siempre tendrá una mujer atrás suyo cocinándole, juntando su quilombo, asegurándose de que nada lo perturbe. Y a una mujer siempre se le exigirá que lo sirva, porque sino no cumple su función. Así es como se terminó esperando que me levante antes que él para despertarlo (cuando existen los despertadores, que están muy buenos por cierto, llevo toda mi vida despertándome gracias a ellos y no veo por qué un hombre no podría hacer lo mismo en vez de depender de un tercero que cumpla esa función), me haga responsable de las cagadas que se mande, le prepare comida por más que nadie más en la casa vaya a comer, realice sus tareas, y varios etcétera. Y ahí es cuando me recuerdo a los 8 años cuestionándole el status quo a mi padre, quien me mandó a la mierda y más o menos ya me adelantó que toda la vida sería así. Pero nunca voy a dejar de cuestionarlo, de pelear, de reclamar. Porque mantenerlo resulta en chabones de 25 años a quienes sus madres les siguen eligiendo la ropa, eternos niños que pasan de ser criados por una madre a ser criados por sus novias o esposas como si fuesen bebés, incapaces de cualquier responsabilidad o razonamiento, hasta sus muertes.

 

   Algún día me voy a cansar y mandar a todos a la re putísima madre que los recontra parió. Pero no sé cuándo llegue ese día. Hasta entonces, me queda indignarme hasta que me termine explotando el cerebro, oh, ansiada libertad.