lunes, 30 de octubre de 2023

Vacaciones

   Hoy estoy al pedo así que voy a contar algo que me pasó hace unos meses: la primera vez que me fui de vacaciones como adulta.

 

   En diciembre del año pasado, un amigo me propuso que nos vayamos de vacaciones un fin de semana largo. El tema es que me lo propuso medio sobre la fecha, cuando ya estaban vendidos todos los paquetes turísticos y no conseguíamos lugar en ningún lado. Pero igualmente estábamos emputecidos con que queríamos ir a la costa, entonces mi amigo hizo lo que cualquier persona normal haría: comprarle a la primera empresa de dudosa procedencia y habilitación que encontrara con dos lugares disponibles.

Dicha empresa turística tiene, desde ya, una página medio rara que no te aclara todo lo que debería antes de comprar el paquete, entonces te manda a hablar con un "representante" por whatsapp, cuya prioridad es que vos le compres. Una vez concretada la venta, tus mensajes con consultas sobre el viaje son respondidos a los días o, directamente, ignorados. Nosotros elegimos un paquete que decía 3 días y 2 noches, después de comprarlo, nos indicaron que el horario de salida nos lo iban a mandar por mail 48 horas antes de salir, lo cual, obviamente, no sucedió. 

 

Así empieza la historia de este maravilloso viaje.


   El fin de semana largo empezaba el jueves y terminaba el domingo. El martes nos llega el mail avisándonos que el micro saldría a la madrugada el día siguiente, o sea, el miércoles, DÍA HÁBIL. Mi amigo les escribió para consultarles por qué no avisaron antes que se salía en un día hábil, porque teníamos que pedir permiso en el trabajo a último momento. Mensaje va, mensaje viene, nos terminamos enterando que el día 1 llegábamos al mediodía a Mar del Plata, el día 2 estábamos ahí las 24 horas y el día 3 el micro nos pasaba a buscar a las 7 de la mañana y lo íbamos a pasar viajando. Entonces, digo yo, ¿PARA QUÉ COMPRÉ UN VIAJE DE FIN DE SEMANA LARGO SI VOY A PASAR COMO MUCHO 36 HORAS EN MAR DEL PLATA? 

Con mi amigo nos re indignamos, él les dijo de todo por whatsapp, nos quitaron las ganas de ir y todo. Terminamos arreglando por nuestra propia cuenta no volver con el grupo de la empresa y quedarnos en un hostel dos días más, pero ya íbamos completamente del orto. El resto de la gente se enteró de todo esto una vez iniciado el viaje y vimos una a una la transformación de sus caras al escuchar a la coordinadora decirles que pagaron para pasar el último día sentados en un micro con olor a culo. ¿Querés más? Era la época del mundial y el día de la vuelta justo jugaba Argentina. La coordinadora se hizo totalmente la boluda diciendo que no sabía que ese día había partido, y, ante los reclamos de todos, la solución fue que verían el partido en un parador.


   Entonces, nuestro viaje estuvo dividido en dos partes: la del hotel de la empresa nefasta con la que viajamos, y la del hostel donde pasamos el resto del fin de semana. 

 

I. El hotel

¿Cómo puedo describir el hotel que nos tocó por la empresa sin utilizar las palabras asqueroso, precario, repugnante y roñoso? No, no puedo, que dios me perdone. 

Ni bien llegamos, una vieja (luego nos enteramos de que era la dueña del hotel) nos reunió a todos en el comedor y nos repartió en habitaciones que tuvimos que adivinar dónde carajo estaban porque no nos lo dijo. 

Las camas hacían ruido aunque solamente les apoyaras la mano encima, los colchones eran finísimos, como dormir sobre dos sábanas dobladas, el baño era un cubículo con una ventana sin cortina desde la cual te podían ver mientras te bañabas los de la habitación del piso de arriba, el ventilador era un ventilador de pie con el caño cortado y atado a la pared de una manera inexplicable, sostenido solamente por la voluntad de alguna entidad superior. A la noche estaban apagadas las luces de todos los pasillos para ahorrar luz, si no ibas con la linterna del celular te hacías mierda.

El desayuno era café, tostadas con pan del año 2005 freezado y recalentado y mermelada que te servían en un contenedor de plástico para posteriormente juntar lo que sobraba, volver a meterlo al frasco madre y servirlo nuevamente los días siguientes. Un día cenamos en el hotel (porque podías pedir comida por delivery y cenar en el comedor), pedimos cubiertos y nos dieron un cuchillo que tenían suelto por ahí porque no sabían dónde se guardaban el resto de los cubiertos.

Cuando nos estábamos por ir el último día, a la misma hora que se iba el resto del grupo que viajaba con la empresa turística, fuimos hacia la salida dispuestos a llamar un remís para que nos deje en el hostel donde pasaríamos los últimos días. La vieja ortiva/dueña nos vio e inmediatamente nos empezó a gritar que no podíamos sentarnos en los sillones de recepción con los bolsos, que teníamos que quedarnos en la calle si ya nos íbamos. Y mi amigo se contuvo mucho para no decirle "¿para qué tenés sillones ahí si no se pueden usar?". Igual quedate tranqui que nadie se quiere quedar en ese hotel roñoso más de lo necesario, vieja trola.


   Uno pensaría que lo peor ya pasó, que ese fue el punto más bajo de las vacaciones y que, a partir de entonces, las cosas mejorarían. Pero algo que me enseñó la vida es que, particularmente en mi vida, las cosas siempre pueden empeorar. Por eso dios me puso a prueba una vez más y puso en mi camino el hostel.

 

II. El hostel


   Nosotros ya íbamos sabiendo que no tenían habitaciones mixtas: a mi amigo le iba a tocar una habitación de hombres y a mí una de mujeres, y nos tendríamos que comunicar por whatsapp para acordar vernos en los espacios comunes. Hasta ahí no había problema, porque sólo íbamos a dormir allí y el resto del tiempo lo pasábamos juntos afuera. El problema fue, justamente, dormir.

 

   En mi habitación, la primera noche, estábamos solamente una mina y yo. Conversamos un rato y me pareció simpática, todo bien. Después nos dormimos. Yo estaba cansadísima después de pasar todo el día dando vueltas por la playa y la ciudad, así que me dormí al instante.

Pasa un tiempo y siento que me hablan: era la mina de mi pieza. Me dice "estás roncando", le dije uh perdoname, me acomodo de otra manera, boca abajo y tapándome la cabeza con la almohada para amortiguar futuros ronquidos, y me vuelvo a dormir.

Al rato me vuelve a despertar porque estoy roncando, me hago la dormida y me doy vuelta, pensando cómo carajo voy a hacer para, en mis sueños, ser consciente de que ronco y detenerlo, porque obvio es una habilidad que todos tenemos: realizar acciones que requieren plena conciencia y voluntad en nuestros sueños. 

La mina me despierta una tercera vez, esta vez sacudiéndome del brazo, diciéndome que estoy roncando. No me digas, las otras dos veces que me despertaste para decirme lo mismo no me quedó claro el mensaje! Yo ya estaba re caliente, tipo dejame dormir la re concha de tu madre, y de la manera más civil posible le dije "bueno, perdoname, no ronco porque quiero, estoy dormida y no lo puedo evitar"; la tipa me dice "bueno, HACÉ ALGO" y se vuelve a acostar. Yo soy una persona que odia la confrontación, entonces intento incomodar al otro lo menos posible, pero que me despiertes tres veces en la noche por algo que no puedo controlar ya me rompe bastante las pelotas; como resultado a esto dormí el resto de la noche para la mismísima mierda, despertándome cada media hora, no descansé nada y al otro día se me estaban por salir los ojos del cráneo. A esto le agregamos que la mina se levantó a las siete de la mañana, hizo todo el ruido posible durante los diez minutos que se estuvo vistiendo y preparándose para salir, y se fue dando un portazo nada sutil.


   A la mañana mi amigo y yo salimos a comprar algo para comer y nos sentamos a desayunar en el patio. Yo le conté mi experiencia intentando dormir, y él me contó la suya, que era peor. Resulta que él compartió pieza con seis chabones, dos de los cuales se habían ido de joda a la noche y volvieron a la madrugada totalmente dados vuelta, culminando en mear sobre el piso de la habitación y los cuerpos de los otros chabones que estaban durmiendo. La situación evolucionó hasta que un meado amenazó a un meador con una navaja y los terminaron echando del hostel. Una experiencia inolvidable. A todo esto, nos quedaba una noche más allí.


   Esta noche, la previa a viajar, mi amigo no sufrió nuevamente el comportamiento prehistórico característico de la población del género masculino heterosexual; sin embargo, yo volví a sufrir gracias a ella, la pesadilla viviente, la mina hinchapelotas que compartía habitación conmigo.

La noche anterior me la crucé mientras estaba cenando, le dije que perdón por roncar, que yo no controlo esa acción y que esperaba poder dormir mejor esa noche porque al otro día tenía que viajar. Bueno, se pasó todo lo que le dije por el orto, porque a la noche me duermo y otra vez me despierta sacudiéndome porque estaba roncando. Repetí la acción de darme vuelta y taparme la cabeza con la almohada, que es lo máximo que puedo hacer; tampoco es que ronco como mi padre fumador desde los 13 años que lo escuchás aunque estén en extremos opuestos de la casa, yo conozco mis ronquidos porque LOS GRABÉ UNA NOCHE y no son nada que te impida dormir a menos que seas muy, muy hinchapelotas.

Intenté seguir durmiendo, que encima ya era difícil porque al lado teníamos el patio con un grupo grande de gente comiendo un asado y hablando a los gritos entre todos, pero me costaba más que nada porque yo ya SOÑABA con la mina sacudiéndome. En un momento de la madrugada me desperté para ver la hora y escucho a la mina decir claramente "qué hija de puta esta piba", en ese preciso momento decidí que si me volvía a romper las pelotas le decía de todo. Porque ya en un punto es una hijaputez, si pagás por un hostel pagás poco porque estás conviviendo en un solo espacio con gente que respira, se mueve, sus cuerpos hacen ruido; si sos tan delicada para dormir que el sonido de un alfiler cayendo interrumpe tu descanso no seas una forra de mierda y pagate un departamento o un hotel, por 2 mil pesos la noche agradecé que no te mearon mientras dormías y casi presenciás un asesinato.

A eso de las 3 de la mañana llegan dos pibas que se sumaban a nuestra pieza. Obviamente entraron, hicieron ruido, prendieron la luz, hablaron entre ellas en voz alta, todo mientras la mina insoportable dormía, interrumpieron su sueño sagrado y ella no les dijo una palabra

Un par de horas después me desperté sola, miré la hora y me quedé un rato boludeando con el celular, juntando energías para ir al baño; mientras esto sucedía, escuchaba los ronquidos de alguien más, una de las pibas nuevas, que estaba dormida en la cama de arriba de la mía. Vi a la insoportable levantándose y acercándose a mi cama con toda la intención de sacudirme, y antes de que hiciera algo yo, totalmente hinchada las pelotas, me incorporé como un muerto volviendo a la vida y le grité "estoy despierta, no estoy roncando yo, es alguien más, ¿o tenés ganas de romperme las pelotas solamente a mí? Dejame dormir flaca". La chabona, cagadísima, se volvió a acostar. En otro momento de la mañana la escuché levantándose e ir al pasillo a increpar a otra persona que se había levantado para ir al baño, A OTRA PERSONA DE UNA HABITACIÓN CUALQUIERA, porque pasó por el pasillo escuchando un audio de whatsapp y con ese ruido la despertó.


 

   Para sorpresa de nadie, tuve más paz en mi casa que en mis vacaciones.